La llamada “noir manía”, que satura las novedades literarias y las pantallas (cine, televisión), la misma que llena nuestro ocio, no es una moda: es una obsesión, pues ha llegado al punto de nutrir no sólo a la novela negra, sino también al cine negro. Pero dejemos de lado si lo negro-criminal es un género, un subgénero, una tendencia u otra forma de catalogarlo. Sus contenidos tratan del crimen, punto; de sus perpetradores, víctimas, maquinaciones y consecuencias; de entretenernos con pistas, investigaciones imposibles; de la banalidad del mal, incluso de nosotros: personas con deseos y pasiones que nos llevan al pecado, a la redención o al infierno creados por nosotros mismos en nuestros sueños cotidianos.
A medida que las sociedades incrementan su nivel de violencia –a la par de su modernización y desarrollo económico–, las audiencias demandan productos culturales afines a la realidad que los rodea, ya sea para escapar de ella o, al contrario, poder identificarse. Queremos ser santos, pero nos fascina lo prohibido, el lado oscuro de nuestra propia sombra. Si te gusta Sherlock Holmes, Lisbeth Salander, Kay Scarpetta, Fantômas, Auguste Dupin, don Corleone, Hannibal Lecter, Sunny Pascal o Filiberto García; si encuentras tipos de cuidado, hampones, chicas peligrosas y tramas donde nada sale como se espera, este libro es para ti: detective de sillón o criminal de pc, seguidor de pistas falsas o lector de la sección policiaca. Nos fascina la noche, lo prohibido, los rostros tras las máscaras de complacencia y las personas que habitan detrás de las paredes, quienes esconden sus deseos de poder y ambiciones más inconfesables…
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