Noches de hospital es un diario poético sobre los avatares de la vida en enfermedad. Es la necesidad de nombrar los procesos que debe seguir un cuerpo enfermo, un corazón lastimado de tanto latir. No se enaltece la enfermedad en sí misma, si no la búsqueda del remedio, el camino hacia la salud. Diario de vida en el hospital, los días, en su trajín cotidiano, ir y venir de enfermos y médicos, pacientes y cuidadores, pero sobre todo de las noches, donde el dolor se agazapa en la oscuridad, y la incertidumbre lo acompaña.
Conformado por cuatro apartados que indican la ruta que este corazón debe seguir, desde el tratamiento hasta la convalecencia, Mariana Torres Ruiz descubre palabras nuevas y crea su propio diccionario, a veces científico, otras veces doméstico, y rebautiza ‘desasosiego’ y ‘zozobra’ con nombres de medicamentos y terapias. Entonces, la esperanza en dosis de 20 mg. Si bien la autora se cuestiona dónde colocar este universo de palabras, la duda se resuelve en sus versos, en los poemas que, con mesura y tono grave pero no dramático, van transcurriendo como hojas de calendario, uno a uno, con la pausa precisa de un tiempo que se observa, desde adentro y desde afuera, para que no domine el miedo.
En el extenso poema está presente la intimidad, el sigilo para que no se aterre nadie, para llorar en silencio, para que María no note los ojos enrojecidos. En cada parte, “Tratamiento”, “El pabellón 300”, “Noches de hospital” y “Convalecencia”, la poeta invita a sus madrinas para que la acompañen: Dolores Castro, Wislawa Simborska, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath y cierra Emily Dickinson, compañeras de ruta poética, trazada por el mapa de esta tradición literaria.
En Noches de hospital las líneas poéticas ocupan el espacio que necesitan: a la izquierda, a la derecha a veces, al centro, se desconcentran, buscan su equilibrio. Líneas poéticas adelgazadas, a veces en una palabra. Líneas que gotean, que a veces se vuelven listado de un coctel para seguir viva. En cambio, al final, las palabras se agrupan hasta parecer cláusulas poéticas, versículos, poemas en prosa. ‘Necesitamos estar juntas’, dicen las palabras, dice el yo poético a su interlocutora.
Noches de hospital es un murmullo, una delicada conversación. Es un conjuro contra el vacío. Entonces ¿el poema es una conversación o un monólogo? Es todo porque en él está el pasado, el presente, el porvenir a través de la memoria, del estar aquí y ahora escuchando los latidos de la noche.
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