Las orquídeas acontecen. Es todo un acontecimiento su locura colorida y explosiva, en las copas de los árboles donde se alojan o en los arreglos espectaculares que se publicitan por Instagram –que llegan hasta las mesas de nuestras casas para exhibirse en toda su espléndida y salvaje expansión por más o menos módicos pagos al alcance de un click–.
Algo así sucede con los poemas. Los poemas acontecen en las frases más salvajes pronunciadas entre susurros de amor o mesas de discusión al calor de un mezcal y un delicioso plato de chapulines con guacamole, o en los libros más cuidados y atentos que llegan a los espacios donde respiramos y escribimos sobre la vida, la literatura, los sueños, el mundo, las utopías, el amor y, muy particularmente, en qué estrategias establecer para desbaratar categorías y que sean posibles otras formas de concebir e imaginar; no sólo desde el lenguaje y la convivencia razonada/inrazonada, sino desde nuestros más salvajes deseos de libertad, de ser aves, orquídeas o llamadas telefónicas.
Maricela Guerrero Reyes
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